El Nicolás Martínez

Ese sábado había sido un buen día, ni mucho sol, ni mucha lluvia, un poco nublado quizás, pero en síntesis un día perfecto para pasarla bien. Recuerdo que me dirigí al centro histórico de la ciudad, lugar donde es frecuente encontrar cafés bohemios y restaurantes que yo suelo llamar “de rincón”, por su característica ubicación en locales antañones bastante estrechos y bien arrinconados entre casonas de principios del siglo pasado. Estos sitios son muy frecuentados por gente misteriosa, extranjeros, buscadores de diversión/huevones, inadaptados y alguno que otro profesional “adinerado”, que invita a la secretaria de la oficina “a un café”.

Quiero aclarar que al referirme a gente misteriosa, hablo de personas que se mueven en una dimensión extraña, un universo casi fantástico dentro de otro muy monótono. Estos misteriosos son gente que siempre ha llamado mucho mi atención por su inquietante manera de ver el mundo y demás. Eso modos temibles de ver la realidad, muy probablemente se originan en lo profundo de su propio universo paralelo.
Aún pensaba es esas cosas, mientras bebía un té de canela en el balcón de uno de estos lugares bohemios, aunque mi razón de estar allí, observando gente mientras bebía, era esencialmente una reunión acordada con un amigo, hablaríamos sobre nuestras vidas, bromearíamos un poco y nos relajaríamos del estrés de la semana.

Rosaba la hora el medio día cuando mi camarada apareció, nos saludamos con un apretón de manos y comenzamos a hablar de temas aleatorios, algunos de ellos eran discusiones de siempre. Como el conformismo en la gente, el paternalismo o de cómo los humanos hasta le temen al sexo.
Habla y habla, se pasó la hora, sin notar eran las dos de la tarde; nos habíamos actualizado cada uno con la situación de vida del otro, además de meditar sobre varios tópicos que nos suelen ser de interés. Decidimos salir a caminar por la zona, ninguno de los dos tenía hambre, así que preferimos no detenernos a comprar nada y simplemente seguir andando y conversando al mismo tiempo.

De pronto él recordó, viendo con cara de asombro su reloj, que debía ir a casa de sus padres esa tarde, pues tenía un asunto que atender con ellos. Yo le dije que no había problema, que podía ir con ellos. Yo no tenía nada que hacer esa tarde, así que, si el tiempo lo permitía, podríamos charlar luego, sino sería hasta un día próximo. Quizás no haya un día próximo, dijo con cara de angustia, supuse que, como nos suele suceder, pasaría un buen tiempo sin que nos viéramos por cuestiones de trabajo. Nos despedimos y cada quien siguió su camino. Yo seguí andando erráticamente, pensando en ese encuentro y en como algunas de nuestras reflexiones habían aclarado ciertas dudas que tenía antes de la breve reunión. Decidí finalmente que debía volver a casa, caminé por una cuesta más o menos empinada llena de rótulos y fachadas viejas.
De pronto llamó mi atención una pequeña multitud parada en la otra cuadra, había patrullas y ambulancias. Como cualquier curioso me acerqué para ver que era aquel alboroto. Fue garrafal mi sorpresa al ver a mi amigo tendido en la calle, allí tieso, totalmente muerto, sin vida, cubierto por una sábana blanca, mi reacción fue solo gritar: ¡Javier! ¿Pero cómo?

De inmediato uno de los policías me tomó del brazo y me dijo: Atrás hombre, atrás, aléjese. Yo no podía creerlo, me costaba asimilar lo que mis ojos veían, no me lo podía creer. Le pregunté a uno de los oficiales cuando había ocurrido éso, y me respondió con voz recia e inflexible: Ocurrió a eso de las once de la mañana. ¿Y quien lo mato? le dije. Seguramente es otro hecho de delincuencia común, contestó.
Esa tarde me la pasé asimilando el hecho. Fue en aquel momento cuando me pregunté ¿Entonces con quien hablé al medio día? Sostuve mi cara entre mis manos, halé mi pelo, y me desplomé. Una voz se escuchó al final de un pasillo, ¡Martínez, salga ahorita!. Caminé hasta llegar a una puerta que daba a una confina habitación. Le pregunté a un hombre de lentes por qué estaba en ese lugar y él me respondió: ¿acaso no lo recuerda? Usted asesinó a Javier Manzano.

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