El malaventurado
A mí me enseñaron que era pecado decir que Dios no existía
que no dar tu diezmo era motivo suficiente para que Dios permitiera que te volvieras pobre
que creer en la evolución te convertía en un necio, en un soberbio
que besar a un hombre cuando sos un hombre te ponía en la mima categoría que un homicida
que las mujeres no deben hacer ni decir nada sin el permiso de su marido (y de Dios)
que el hombre siempre debe ser el que provea, el que estudie, el que viaje porque es la cabeza del hogar
que todo lo que cantaras, escribieras o pintaras solo debía alabar a Dios, no existía otro motivo para el arte
que en este país los indígenas somos los que ocasionamos la pobreza debido al «paganismo» y a Dios eso no le gusta porque es iniquidad y acarrea maldición
que Dios permite las enfermedades, el delito o la muerte para que uno se acerque más a él (Daniel 9:1-19)
que si no es voluntad de Dios es mejor no estudiar, ni viajar, ni cambiar de trabajo
que creer es suficiente para cambiar las cosas, pero los problemas en mi familia nunca cambiaron del todo
que después de muertos pasaríamos toda la eternidad alabando a Dios en el paraíso pero a mí eso siempre me pareció algo demasiado aburrido.
A mí me enseñaron a orar antes de dormir, comer y levantarme para que Dios me protegiera del mal y protegiera a la gente que yo quería.
Me enseñaron a tener compasión por los enfermos, por los desamparados y los huérfanos
me enseñaron que había que hacer las cosas con excelencia siempre
me enseñaron que no había que tener miedo porque Dios estaba con uno… pero, luego encontré en la Biblia que a Dios sí había que tenerle miedo (Hebreos 10:26-31), que se valía hacer trampa para obtener una bendición (Génesis 27:5-41) y que si Dios lo ordenaba nunca había que tener misericordia ni compasión (1 Samuel 15:2-28).
Encontré que Dios estaba muy arrepentido de haber creado a la humanidad (Génesis 6:6), que él hacía apuestas con el diablo para ver si Job daba la talla (Job 1:6-21). También encontré que Dios no era hombre ni hijo de hombre para mentir o para arrepentirse (1 Samuel 15:29) y que él era un juez justo y misericordioso y que era celoso (Éxodo 34:14).
A mí me enseñaron que era bienaventurado quien solo creía y obedecía porque Dios castiga a quien cuestiona su palabra.
Publicado originalmente en
revista EsQuisses
Guatemala, C.A.
que no dar tu diezmo era motivo suficiente para que Dios permitiera que te volvieras pobre
que creer en la evolución te convertía en un necio, en un soberbio
que besar a un hombre cuando sos un hombre te ponía en la mima categoría que un homicida
que las mujeres no deben hacer ni decir nada sin el permiso de su marido (y de Dios)
que el hombre siempre debe ser el que provea, el que estudie, el que viaje porque es la cabeza del hogar
que todo lo que cantaras, escribieras o pintaras solo debía alabar a Dios, no existía otro motivo para el arte
que en este país los indígenas somos los que ocasionamos la pobreza debido al «paganismo» y a Dios eso no le gusta porque es iniquidad y acarrea maldición
que Dios permite las enfermedades, el delito o la muerte para que uno se acerque más a él (Daniel 9:1-19)
que si no es voluntad de Dios es mejor no estudiar, ni viajar, ni cambiar de trabajo
que creer es suficiente para cambiar las cosas, pero los problemas en mi familia nunca cambiaron del todo
que después de muertos pasaríamos toda la eternidad alabando a Dios en el paraíso pero a mí eso siempre me pareció algo demasiado aburrido.
A mí me enseñaron a orar antes de dormir, comer y levantarme para que Dios me protegiera del mal y protegiera a la gente que yo quería.
Me enseñaron a tener compasión por los enfermos, por los desamparados y los huérfanos
me enseñaron que había que hacer las cosas con excelencia siempre
me enseñaron que no había que tener miedo porque Dios estaba con uno… pero, luego encontré en la Biblia que a Dios sí había que tenerle miedo (Hebreos 10:26-31), que se valía hacer trampa para obtener una bendición (Génesis 27:5-41) y que si Dios lo ordenaba nunca había que tener misericordia ni compasión (1 Samuel 15:2-28).
Encontré que Dios estaba muy arrepentido de haber creado a la humanidad (Génesis 6:6), que él hacía apuestas con el diablo para ver si Job daba la talla (Job 1:6-21). También encontré que Dios no era hombre ni hijo de hombre para mentir o para arrepentirse (1 Samuel 15:29) y que él era un juez justo y misericordioso y que era celoso (Éxodo 34:14).
A mí me enseñaron que era bienaventurado quien solo creía y obedecía porque Dios castiga a quien cuestiona su palabra.
Publicado originalmente en
revista EsQuisses
Guatemala, C.A.