Junio
Yo estudié mi licenciatura en la Universidad Galileo y una maestría en la Universidad Mesoamericana, ambas son hijas de la Universidad Francisco Marroquín. La UG fue su facultad de ingeniería y la UMES la facultad de ciencias de la comunicación. Hace algunos días atrás, una amiga que estudia en la UFM me compartió una serie de pensamientos que son comunes en casas de estudio privadas. Yo también he escuchado cosas similares en la Galileo y en la Meso, creímos importante divulgar esto a manera de reflexión y de hacer notar que hay estudiantes que no compartimos esas ideas erradas:
También me considero una persona privilegiada. Tengo la facilidad de escribir y expresarme libremente sobre cualquier tema. Soy empresario. ¿Por qué es motivo de expulsión hablar sobre lo que pasa en el país? ¿Qué no es esa libertad económica, intelectual, de pensamiento de la que tanto alarde hacen estas instituciones? Pienso que es importante debatir acerca de la labor de las universidades en el país, aunque en ellas a uno no le enseñen a cuestionar. Existe un enorme problema en el adoctrinamiento masivo que solo produce mano de obra «calificada» y no seres humanos que desarrollen sus capacidades de análisis, reflexión y resolución de problemas que no solo estén enfocados a satisfacer las demandas del mercado sino al desarrollo humano del individuo, a la construcción de pensamiento. La labor de una universidad es formar individuos que aporten a la sociedad algo más que solo valor monetario.
Las manifestaciones de las últimas semanas nos demuestran que la sociedad Guatemalteca está comenzando a despertar. Creo que para todos, y muy especialmente para los jóvenes, es importante expresarse acerca de lo que ocurre en el país. Sé que la opinión de algunos al respecto es: «Manifestar no va a cambian nada», «es pura gente resentida». Fuera de lo simbólico, una manifestación como mero acto, nada puede hacer para reformar leyes, cambiar gobernantes o impedir que los grandes delincuentes paguen por lo que han hecho y cuando digo grandes delincuentes me refiero a los poderes económicos, los que continúan saqueando a este país rico. Yo quiero reglas claras para todos, grandes y pequeños. Guatemala no es libre mercado como a uno le enseñan en la universidad, es un poco de todo, pero en gran medida es un oligopolio maquillado.
El símbolo de la manifestación (sea esta una marcha, una columna, una charla, un grupo de estudiantes debatiendo) ha conseguido colarse al ámbito de los hechos. En las últimas semanas el país experimentó cambios que van desde la renuncia de la vicepresidenta hasta el acto de borrar la publicidad de los partidos políticos porque nadie cree en lo que pregonan. Sé que aseverar que la renuncia de la vicepresidenta se debió únicamente a las manifestaciones sería demasiado ingenuo. La renuncia también obedeció a otros intereses, a otras estrategias. No obstante, ante la presión social los políticos no pueden ocultar su molestia e incomodidad, comienzan a jugar sucio y dar patadas de ahogado. En Xela, Armando Paniagua es un claro ejemplo de ello. La gente, por fortuna, ya no lo quiere. Afirmar que nada ha cambiado también es una muestra de ingenuidad, de ignorancia.
Publicado originalmente en
revista EsQuisses
Guatemala, C.A.
También me considero una persona privilegiada. Tengo la facilidad de escribir y expresarme libremente sobre cualquier tema. Soy empresario. ¿Por qué es motivo de expulsión hablar sobre lo que pasa en el país? ¿Qué no es esa libertad económica, intelectual, de pensamiento de la que tanto alarde hacen estas instituciones? Pienso que es importante debatir acerca de la labor de las universidades en el país, aunque en ellas a uno no le enseñen a cuestionar. Existe un enorme problema en el adoctrinamiento masivo que solo produce mano de obra «calificada» y no seres humanos que desarrollen sus capacidades de análisis, reflexión y resolución de problemas que no solo estén enfocados a satisfacer las demandas del mercado sino al desarrollo humano del individuo, a la construcción de pensamiento. La labor de una universidad es formar individuos que aporten a la sociedad algo más que solo valor monetario.
Las manifestaciones de las últimas semanas nos demuestran que la sociedad Guatemalteca está comenzando a despertar. Creo que para todos, y muy especialmente para los jóvenes, es importante expresarse acerca de lo que ocurre en el país. Sé que la opinión de algunos al respecto es: «Manifestar no va a cambian nada», «es pura gente resentida». Fuera de lo simbólico, una manifestación como mero acto, nada puede hacer para reformar leyes, cambiar gobernantes o impedir que los grandes delincuentes paguen por lo que han hecho y cuando digo grandes delincuentes me refiero a los poderes económicos, los que continúan saqueando a este país rico. Yo quiero reglas claras para todos, grandes y pequeños. Guatemala no es libre mercado como a uno le enseñan en la universidad, es un poco de todo, pero en gran medida es un oligopolio maquillado.
El símbolo de la manifestación (sea esta una marcha, una columna, una charla, un grupo de estudiantes debatiendo) ha conseguido colarse al ámbito de los hechos. En las últimas semanas el país experimentó cambios que van desde la renuncia de la vicepresidenta hasta el acto de borrar la publicidad de los partidos políticos porque nadie cree en lo que pregonan. Sé que aseverar que la renuncia de la vicepresidenta se debió únicamente a las manifestaciones sería demasiado ingenuo. La renuncia también obedeció a otros intereses, a otras estrategias. No obstante, ante la presión social los políticos no pueden ocultar su molestia e incomodidad, comienzan a jugar sucio y dar patadas de ahogado. En Xela, Armando Paniagua es un claro ejemplo de ello. La gente, por fortuna, ya no lo quiere. Afirmar que nada ha cambiado también es una muestra de ingenuidad, de ignorancia.
Publicado originalmente en
revista EsQuisses
Guatemala, C.A.