Primer media semana de junio


Luego de volver de El Salvador esperé encontrarme con una ciudad post-desastre. Esto porque el equipo de fútbol local ganó el campeonato dos días antes de mi llegada. Me decepcioné mientras platicaba con un amigo en un café bien acerca de lo aburrido que es este pueblón en que vivimos. —Sí cerote, en Xela todo sigue igual— me afirmo sin dejar de sacudir las rodillas con clásica ansiedad. El Salvador me pareció un lugar agradable para vivir. Dejando a un lado problemas como la violencia (que no es poco), a mi parecer, es un lugar en donde me gustaría pasar varias temporadas en el futuro. No me sentí ajeno al pasear por San Salvador o La Palma. Total, todo esto es el mismo istmo y las fronteras una absurda obligatoriedad.

La Palma es un pueblo ubicado en el departamento de Chalatenango, éste se encuentra a unos 70 Km de San Salvador. Su clima es más fresco debido a la altitud. La principal fuente de ingresos de la población son las artesanías. Muy buenas por cierto. Don Salvador, propietario del hotel donde nos hospedamos, comenta que el poblado se ha levantado con sus propias fuerzas. Olvidados por el gobierno central y lejos de las muy promocionadas rutas turísticas de las flores, la playa o la gastronómica. Chalatenango, y particularmente, La Palma son buen ejemplo de lucha y emprendimiento cuando papá gobierno brilla por su ausencia. Junto a Caneo, una muy guapa y simpática poetiza venezolana dimos un recital en el parque del pueblo y luego compartimos un tiempo con los integrantes del taller literario Añil. Grupo que dirige el poeta Pedro Valle. Inusitadamente me vi en los rostros de estos chicos cuando tenía su edad. Ellos iluminaron la noche con su alegría y entusiasmo.

El 9° encuentro internacional de poetas «El turno del ofendido» (Nombre que hace honor a un texto de Roque Dalton) es un evento organizado año con año por la Fundación Metáfora de El Salvador. Todos sus miembros son grandes bróders que nunca te dejan valiendo verga. Amigos geniales a quienes tengo muchas ganas de volver a ver en no mucho tiempo. De El Salvador me traigo increíbles experiencias, ternura, futuro, una antología de Roque… La verdad aún tengo algo del corazón del otro lado de la frontera.

Ya en Xela, con poco tiempo para reflexionar, mucha lluvia o mucho sol (dependiendo), música cristiana (gracias a mi familia ultra conservadora), crónicas sobre el relajo electoral en México y noticias sobre el juicio de Ríos Montt, uno de los peores y más influyentes políticos de los últimos 40 años en Guatemala el día se me pinta de color amarillo ocre. Al tipo se le acusa de genocidio perpetrado en las regiones del Ixcan, las dos erres y otros lugares olvidados por la mayoría de los clasemedieros de mi generación. El juicio según yo, lo tiene bien merecido, ojalá lo castiguen como se debe. A la vez me indigna que haya gente afirmando con vehemencia que nunca ocurrió tal situación en este país. Lo dicen cuando es bien sabido que todos los ladinos (mestizos) de Guatemala siempre han visto a los pueblos mayas como subnormalidades útiles sólo para arar la tierra y trabajar como empleados domésticos en las casas de las zonas urbanas. Por ello, no es de extrañar que a Ríos Montt o algún otro militar hijuelagranputa se le haya ocurrido mandar a matar a todos los «indios del Quiché» que según ellos sólo chingan al país. Así que ahora no me vengan con que lo del genocidio es mentira. Cerotes.

Es miércoles cuando termino de escribir esto, llueve a cántaros, uno de mis amigos de hace años parece no querer hablar más conmigo, tengo un terrible dolor de espalda que no me deja pensar bien las muladas estoy escribiendo y ya me estoy emputando. Buen intermedio de semana para todos.

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