Enfrentamientos
Amanecer en el Lago de Atitlán. |
Sin duda alguna el pleito es sempiterno en esta irrepetible humanidad. Los hermanos Jacob y Esaú pelearon en el vientre de Sara y al momento de nacer según la historia que aparece en la biblia. Ha dos días en un barsito algunos comensales comenzaron a verguearse por no sé qué cosa. Según parece, uno de ellos terminó con lesión en la boca, el otro, seguía alegando y por allí quedó el desmadre mientras yo encendía mi carro y me alejaba del lugar junto a un amigo. Hace poco, al pasar por la 15 avenida de la zona 3, un grupo de muchachos disfrutaban del espectáculo que otros dos brindaban al llenarse la cara de tierra y sangre. Mi abuela sigue luchando aún con el fémur roto y los 99 años en su haber.
Llevo varios días sobresaltado por los acontecimientos de Chernóbil y Prípiat en el año 86. Muchos de mis amigos han hecho dibujos y poemas relacionados con el tema. Sí, quetzaltecos a miles de kilómetros de Prípiat sentimos que el asunto nos incumbe como humanos, como ciudadanos de este mundo que también lucha contra la cuenta regresiva.
El 26 de abril de 1986 a eso de la 1:23 am ocurre una explosión en el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil. Aparece una luz, un sol de media noche, los pobladores observan con correcta duda y asombro aquello que nadie sospecha ser la guadaña de la muerte que desde ese preciso momento había maldito aquella ciudad por los próximos 24 mil años.
La cadena de errores que provocó el accidente deviene de «la lucha» que existía entre los soviéticos y los estadounidenses por ver quién llegaba antes a una surrealísta meta por el control de la energía atómica. La prisa, le costó la vida a más de 700 mil personas. La mayoría, fueron los denominados «liquidadores». Héroes/víctimas que utilizando delgadas láminas de plomo y máscaras de «hocico de cerdo» como armadura, iniciaron la desigual batalla de la pala contra el átomo como dice Iker Jimenez, arrojando al interior del reactor los fragmentos de uranio y grafito radioactivos que se habían esparcido debido a la explosión. Posteriormente, otros voluntarios (también víctimas) construyeron la bóveda que hoy recubre al reactor número cuatro para protegernos de fuerzas y reacciones totalmente desconocidas que allí ocurren y que de otro modo estarían envenenando al mundo entero en este mismo instante. Me sobrecogió que no haya sido posible emplear robots para dicha operación porque las máquinas, al acercarse a la zona de peligro, inexplicablemente se volvían locas y se arrojaban al vacío. Más allá de estos números, son millones los afectados por este accidente que le dio cuatro veces la vuelta al mundo y que se ha sabido silenciar tan bien que la mayoría de la humanidad no sospecha que estamos viviendo tiempos extras.
Mi respeto y admiración a los liquidadores, los seres humanos más valientes y nobles que han existido en la historia reciente. Sin ellos la mitad de la población de Europa habría tenido que abandonar sus hogares y quién sabe qué estaría pasando en todo el mundo. No obstante, los afectados por el accidente ascienden a varios millones, entre ellos los hijos de Chernóbil, pequeños que han sido abandonados por sus padres en orfanatos de Ucrania debido a que nadie, quiere hacerse cargo de ellos.
En definitiva, el accidente de Chernóbil cambió nuestro ecosistema planetario de un modo que desconocemos casi por completo. También nos cambió como humanos, es bien sabido que la radiación causa cáncer, mutaciones, malformaciones y daños a largo plazo en el organismo. Los países cercanos al accidente poseen elevados índices de depresión, ansiedad y suicidios. Cifras que también han aumentado en el mundo entero. En cuatro años, el «sarcófago» de concreto terminará su vida útil, no sabemos lo que ocurre allí dentro, la única solución es construir uno nuevo sobre el ya existente y esperar a ver qué pasa. Y es que no sólo se trata de ser «cifracionista» de catásfrofes, de pretender rasgar la piel a la sensibilidad y pensar un poco en valorar la vida. Muchos de nosotros no habríamos conocido el mundo que hoy vemos si las cosas hubieran sido un poquito distintas. Al fin y al cabo, si la humanidad no se mata peleando ya encontrarán otra forma de hacerse mierda.