Una paternidad

Andrés recordó la noche del 30 de mayo de 1999 con la misma melancolía que aparece al mirar nuestros juguetes favoritos luego de 23 años. Olfateó la soledad, se dio cuenta que debía salir; algo tenía que hacer para huir de ese territorio neblinoso. Decidió bajar para alegrar la noche a los niños con un “vamos a cenar afuera”. Sacó el carro, condujo hasta el restaurante de franquicia que los nenes eligieron, sonrió un poco con ellos y otro poco sólo. Se sintió bien. Dar cosas a sus hijos a cambio de sonrisas le pareció un buen trueque. Volvió a casa convencido de que eso era su sueño transmutado; al fin de cuentas, todo esto es más un juego que una vocación recordó con los ojos esperanzados antes de sentarse a ver la televisión con su mujer en planetas diferentes.

Entradas populares