Vendas elásticas
Otra vez estoy recorriendo los pasillos del hospital San Juan de Dios. El murmullo clínico, las pensativas sillas de espera nunca vacías, el neón que no alcanza a borrar los dolores de niños y viejos. Me expongo una vez más a la radiación. Esta vez pretendo salir sin el canal de yeso en mi tobillo. Lo consigo, aunque siento el miembro algo inquietante, incierto, rígido. Disfruto el paseo por la calle, los niños jugando en la colonia Delco, la diecinueve avenida y su tráfico endemoniado, los amantes que se repiten a cada cuadra.
Mi hermana me ha preguntado: ¿Sentís raro ahora que estás sin el yeso?, les respondo que siempre sentí raro tener el yeso puesto. Jamás me acostumbraré a usar muletas, jamás me acostumbraré a llevar un yeso en el tobillo derecho, o el izquierdo o donde sea, jamás. Estos días me levanté y sentí como cada hora no era hecha para mí. Sentí el rechazo de la cama al recostarme, del suelo al “pararme”, de mí mismo al ver mis manos ampolladas por las muletas. Ahora ando con una venda elástica, del tipo que usan los que han sufrido esguinces o torceduras. Me levanto o me acuesto, y hago pequeños ejercicios; todo parte de la terapia para recuperar la flexibilidad y fuerza musculo-esquelética. Le muestro a mi padre el movimiento milimétrico de mi pié como un gran logro. Me siento animado.
Reflexionar se vuelve muy aburrido cuando se tiene demasiado tiempo para ello, dejé de hacerlo hace ya algunas semanas. La rutina de la universidad sigue siendo la misma. Una amiga ha ofrecido traerme de vuelta a casa al terminar el día de clases, se ha convertido en mi taxista; por ratos me siendo en deuda con ella. Espero poder pagarle su buen gesto. Por lo pronto me dedico a dibujar y escribir hasta que la espalda aguante. Bebo cantidades industriales de leche, leo hasta intoxicarme. El sexo solitario también es un buen compañero a veces. Tengo que aprovecharme de mí mismo, si no lo hago me desperdiciaría. Hago llamadas a viejos conocidos, en pocos días iniciaré prácticas profesionales de diseño gráfico en un periódico local. Quizá pueda opinar y publicar impresas todas mis locuras literarias y anti-poéticas. De hecho ya estoy escribiendo mi primer anti-novela, será todo un anti-bestseller para anti-humanos, se los prometo.