Jodido amanecer o riña minoritaria

Hoy amaneció, no tímidamente como en septiembre. Nada es tímido ahora, nada. Ni el eterno pleito de padres que nunca se amaron o el eterno odio que siempre se han tenido. Oigo, el llanto que pasa la pared de Fibrolit y hago como que leo algún libro de Asturias.

Me abandonan las ganas de levantarme, ponerme a soñar despierto como cualquier otro domingo de religiosidad disfrazada, o pasear con mi metafísica de la segunda adolescencia. Ya nada de eso es buena idea. No es por estar triste o algo; pero, qué mejor refugio que ésta proto-cueva de sábanas y olor a mí, para dejar morir éste amanecer mierda.

Horas más tarde, todo se ha calmado o más bien, ya dio inicio la etapa del silencio de días, miraditas hostiles e insultos entre dientes tan de costumbre. El calor me obliga a salir de las sábanas que ahora siento humedecidas y muy impregnadas de sobras de sueño. La verdad, no es rico vivir en ésta casa, aunque tampoco llega a ser el culo del mundo. Por ratos, dan ganas de revelarme, lamerme las heridas y salir corriendo a la calle donde la violencia es un verdadero problema.

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