Curioso miércoles curioso
Calle "Jesús Castillo", Xela. By Alex Socop |
El día de hoy ha sido curioso hasta la mierda. No esperé que un miércoles cualquiera se convirtiera (al menos para mí) en un día lleno de curiosidades que lo hacen merecedor del merecimiento de una croniquización.
Al salir de mi casa a media mañana el tiempo estaba muy agradable; me refiero a que, no había sol sofocante, ni estaba lloviendo a porrazos. Decidí entonces tomar una ruta distinta a la de rutina de a pie para ir al centro. Éramos: yo, mis vidrios oscuros, el reproductor de música y el más desordenado caos de la ciudad altense a plena luz del día quienes recorrimos varias cuadras al ritmo de percusiones, guitarras y trompetas del Bullet in a Bible.
A eso de las 11:30, luego de haber ido a algunos lugares en busca de materiales de trabajo, probé darme una vuelta por las callejuelas del centro o más bien; por esa parte en que, el centro histórico deja de ser “centro histórico” y muta en algo que desagua en la “zona moderna” de la ciudad.
Estas calles protagonistas del “cambio”, muestran rostros curiosos, paredes, vidrios, puertas; donde se leen cosas como: “licores”, “clínica para bebés prematuros” o “tienda Argentina”. Mientras uno va caminando y degusta del feliz-decadente paisaje, comienza a escuchar la historia contada por los techos o las orillas de las paredes que alguna vez fueron bloques rectos, las casonas cercenadas por locales blancos y cuadrados que son prótesis mal puestas en cuerpos moribundos.
A lo lejos, se hoyen pájaros, abuelitos que piden favores desde sus cuartos, un millar de autos y camionetas distantes de la estrechez todavía “virginal” de un pueblito o en nuestro caso, de un pueblo grande.
Mientras me alejo cada vez más del centro, comienzo a notar que las construcciones dejan de ser ancianos cuenta-cuentos; en este punto, se vuelven como jóvenes rebeldes y desordenados, que alojan en sus desencantadas paredes, una escuela, un taller de mecánica de motos y locales diversos que finalmente desembocan en una bifurcación, donde un semáforo administra las dosis de tráfico para las arterias del barrio la democracia, que, como bien dijo una vez un escritor amigo mío; es un barrio que hace honor a su nombre, donde todo es “democrático”, donde pareciera que el bien y el mal, lo legal y lo ilegal conviviesen en extraña armonía.
Aún me quedaba un mandado más por hacer en las “calles modernas”, donde abundan los jóvenes y los viejos que parecen reptiles errantes, el humo, la buena y mala música todo ese adorno que de algún modo, le ha robado el alma o al menos “el buen gusto” a las personas que han caído en la más profunda y feroz apatía. Fue entonces, cuando caminando por el más democrático lugar de la ciudad, concebí la idea de que este angustioso corre-corre, éste mundo que se inclina más a lo instantáneo, a lo mediático/banal, ésta sociedad con sus modelos impuestos que padres y maestros refuerzan. Todo en conjunto, nos convierte en androides semi-autómatas. Y es que la apatía, regada por todos lados como polvo de hada mugrienta, se ha valido de la condición de “normal” mezclada con el adjetivo “bueno”, pretendiendo ser la actitud más cool del mundo.
Luego de pelearme silenciosamente con la humanidad circundante, prolongué mi camino, casi hasta llegar a mi casa, en el camino dejé de escuchar la música de mi reproductor y sorpresivamente fue Haruka Kanata de los ASIAN KUNG-FU Generation, la que amenizó parte de mi regreso a casa, me causó simpatía escucharla, fue como, mis primeros años de universidad. Al llegar a casa comenzó a llover, luego, la rutinaria actividad de las tardes que decidí modificar un poco, con tal de redactar éste texto, con tal de saborear esos otros gustillos que tienen las tardes en casa. Y es que, conforme vamos madurando (nótese que no digo “creciendo físicamente”) aprendemos a valorar lo minúsculo, lo escondido, lo tímido que grita calladamente.
PS: Vivir en la apatía tiene tanto sentido, como vivir de sueños y la falsa fé calientahogarespobres (hablo de la impulsiva, no la que crece con los años).