Algunas confesiones delante del florero

Florero frente a mi escritorio

Semana 1: Tan lejana que, no sé bien qué iba aquí. Los recuerdos se han podrido en algún lugar de la memoria; todo dispuesto, del modo más rococó posible, entre pinturas y poemas rompe-tedio. Llueve, hay flashes y zumbidos de objetivos desgastándose.

Semana 2: Tan lejana como la primera. Cargada de adrenalina y latidos frenéticos, cansancio (soportable), gente (molesta). Algo de música, algo de resplandor, esperanza y ánimos para vivir, al menos durante el sueño.

Semana 3: Lentamente se detiene el frenetismo. Ahora retoñan problemas que no sucumbieron al pesticida. Hay gritos, zancudos, zumbidos y voces de mujeres (alegres tal vez), no lo sé, sólo se han infiltrado en el aire azufroso de éste sitio. Allá al fondo siempre presente, observándome, el que hacer.

Semana 4: Las luchas que nunca acaban, un salto en paracaídas, /muchos saltos en paracaídas/ (sin paracaídas). Al fondo siempre presente. La lluvia arrecia en la noche, hay calor por las mañanas. Las pestañas y los muslos cubiertos de lona son ovaciones a la desdicha.

Semana 5: Nuevos proyectos. Al corazón hay que reducirlo al orden, es un enemigo terrible si se deja libre, soberano, independiente…
Aún al fondo sigue presente. Las lesiones bajan el ánimo, quitan algo de moral y duelen más que una mujer. Llueve mucho, hay calor, muchos pleitos por puras chingaderas. Los maullidos siguen desde hace más de dos meses.


Ayer: Algunas cosas no funcionan, otras funcionan de manera extraña, casi amoral. Muchos trenes chocan en la cocina, parece que las sopas gorgoteantes son demonios caza-humanos. Me doy cuenta que me queda poco tiempo (al menos justo ahora y en este universo), debo apresurarme o no lo lograré. A ver qué pasa mañana hoy.

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