Crónicacero
Me fui pensando; preguntándome: ¿Dónde podría encontrar eso que necesitaba? Seguí andando, pero nada, ya era de noche y todavía nada. Quería algo para tener de qué hablar, me puse a ver los carros que pasaban por la calle, y nada. Ver gente tampoco; ¿Y oírlos? Menos. Tal vez los chuchos o las palomas, incluso el humo. Pero ninguna de esas cosas me respondía la pregunta, la única pregunta que aún me sigo haciendo.
Continué caminando, viéndole la cara a cada sujeto que pasaba, a los del otro lado de la calle y a los pilotos de carros y buses. Pensé en burlarme de ellos, en criticarlos, en exagerar sus defectos hasta caricaturizarlos. Algo tenía que sacar. Pasó un rato, mis pensamientos comenzaron a tomar otro rumbo, ya no era la gente, ahora era la suciedad de ésta ciudad. Alabar el tizne ubicuo, podría ser interesante. Luego, volví a considerar otros temas, dos o tres y que de hecho acabo de olvidar.
A caminar frustrado (otra vez), por no encontrar nada, al menos nada bueno. ¿Qué iba a hacer para resolver éste problema? Sacado de onda, llegué a mi casa, entre a mi cuarto y me puse a divagar inútilmente buscando la respuesta y la solución.
“Cómo hay tanta gente huevona en ésta ciudad...” Escribí; luego dejé que el lapicero escupiera una crónica, sobre como yo intento hacer una crónica que comienza: "Me fui pensado; preguntándome...."