Año nuevo

Pero el muchacho de la cafetería me extiende la mano y mi plan, que era sentarme a leer mientras el decano aparecía, se frustra. Le devuelvo el saludo, qué bueno verte, cómo estás, qué dice la vida; le digo con la rigurosidad de las conversaciones sostenidas a fuerza de matar el aburrimiento. Hemos hablado poco, no me sé su nombre, lo etiqueto: el chico del «U-kapé». Es amigo de un ex compañero de la maestría. Le cuento que las cosas van bien; me gustaría decirle que me siento enamorado y la vida no puede ser mejor, estoy en una de las partes más altas de la montaña rusa, tengo miles de cosas pendientes y escribo algo que me satisface. No le cuento nada. Asiento a sus preguntas y respondo con monosílabos, a veces con puros gruñidos y movimientos de cabeza. ¿Qué hacés acá?, me pregunta. Me obliga a gesticular que espero al decano porque busco empleo como catedrático. Pero vos sos diseñador, ¿verdad? Algo así, le contesto. Estudié comunicación y diseño y luego administración de empresas, pero lo que me gusta es la literatura y otro puñado de cosas. Él parece confuso. Me pregunta por los libros bajo mi brazo. Le explico: son una muestra de mi trabajo, hago diseño editorial, redacción y consultorías para mantenerme y la publicidad me cae mal. ¿No hacés branding ni nada de eso?, pregunta con desconcierto. No, a mí eso no me gusta, le aclaro. Cuando yo estaba en el tercer año de la universidad comencé a reflexionar sobre el significado de ser diseñador gráfico en Guatemala. Nuestro trabajo, enfaticé, en realidad solo es basura. Hacemos volantes, vallas, material promocional, BTL, lo que querrás. ¿Dónde acaba todo eso después de su brevísimo tiempo de vida? Todo va a los basureros, todas nuestras horas de trabajo no valen nada. Nuestro trabajo no nos permite salvar niños desnutridos, velar por sus madres esqueléticas o generar electricidad. Nada de eso se logra desde el diseño gráfico, no se puede hacer ciencia con photoshop, eso me frustró.

¿Qué significa ser diseñador gráfico en Guatemala? ¿Cuál es el objetivo real de nuestro trabajo? ¿Qué representa para mí y para este país que yo sea diseñador? Decidí estudiar esto porque en realidad no estaba muy seguro de qué hacer con mi vida a los 17 años. Asistí a una charla sobre la carrera, la promesa bien mercadeada de esta profesión me enamoró y terminé enrolándome en la facultad. A pesar del desencanto, no me salí de la universidad cuando faltaban dos años y medio. Además mis papás me pagaron la U, tenía ese compromiso, así que me gradué. De todos modos, me da de comer por ahora, uno no puede ser tan idealista. Hay que hacerse rentable.

El muchacho de la cafetería me observa aún más perplejo, quizá ha despertado algo dentro de él, quizá solo me ve y no entiende un carajo de lo que digo. La publicidad y la mercadotecnia existen, principalmente, para engañar a la gente y hacerla consumir. Venderles cosas innecesarias es lo vital de este negocio. De hecho, eso te dicen cuando estás estudiando, nuestro trabajo es hacer que la gente necesite tal marca, tal producto, «crear necesidades». ¿Te podés imaginar eso? No basta con respirar, dormir, comer... hay que inventarles nuevas necesidades para que al entrar a un sitio sientan ganas incontenibles de llevarse todo a casa y luego desecharlo porque en la televisión o en el celular verán algo superior a lo que acaban de comprar. Esa forma de manipulación no me gusta, te distrae de lo importante y te quita lo poco que tenés. Por si fuera poco, en realidad nuestro trabajo es hacerle el pisto a un grupito de gente bien pura mierda. El muchacho baja la cabeza y juega con sus manos. El silencio se interrumpe cuando el hombre de edad mediada sentado frente a nosotros habla: lo mismo pasa con los directivos del Xelajú, por pisto hacen perder al equipo, ya no juegan con convicción solo se venden. Así no se puede, usted.

El muchacho del café me ve y dice: por eso es que hacés libros y están bonitos, me gusta ese: señala uno con portada de collage. Un día descubrí que el diseño editorial, en especial el de libros, es una aplicación más noble del diseño gráfico. Lo mantiene a uno cerca de las letras, de la educación y otras cosas más importantes. Por lo menos algunos niños aprenderán matemáticas o descubrirán a algún poeta por culpa del trabajo de uno. Tiene más sentido hacer libros que hacer publicidad. La educación de calidad, la ciencia, la investigación son lo verdaderamente importante, lo demás, lo cosmético, lo superficial no merecen la importancia que se les da. Que no nos demos cuenta de eso me angustia, es una tragedia demasiado grande, demasiado triste.

Publicado originalmente en
revista EsQuisses y diario La Hora
Guatemala, C.A.


Ilustración: Ligia Gómez

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