Horas, días, semanas...
Estoy platicando en la sala de una persona a quien acabo de conocer por cuestiones de trabajo, de pronto entra una modelo por la puerta, es una mujer despampanante y se hace acompañar por un tipo apuesto a quien mi cliente siempre llama «mi amor» o «mi cielo». Al parecer preparan una sesión de fotografías para un catálogo de zapatos, se retiran apresuradamente, nosotros salimos al patio, fumamos un cigarrillo hablamos sobre viajes y sueños a corto plazo, mi cliente me felicita por haber llegado en bicicleta, se cierra el negocio.
Otro día me encuentro nuevamente con J en su lugar de trabajo, me da gusto verla, el encuentro es nada. A mí me niegan otra solicitud laboral, a mi padre le informan que uno de los médicos con quien inició a trabajar en la medicina hace 25 años cae severamente enfermo por cirrosis, su diagnóstico es terminal. Días después un inusual dolor de cabeza y diarrea me achacan desde el fin de semana, me preocupa que sea algo grave. Me recupero hasta el martes pero ya no viajo a ciudad de Guatemala. Cambio climático. Otro día estoy sentado en la misma mesa junto a varios concejales de la municipalidad, entre ellos uno de los empresarios más grandes de Xela, se interesan por el proyecto del festival de poesía, son ellos quienes nos citaron a la reunión, estoy emocionado.
Persigo a mi hermana por la casa, no quiere que acerque mis manos sucias a su ropa. Mi hermano hace bromas, nos burlamos de los que salen en la tele. Pienso, sin recuerdos la vida tampoco vale nada, ojalá un día ellos les cuenten a sus queridos sobre estas tardes de chingaderas en la casa de Xela, en la casa de los viejos. Por la radio anuncian que acaban de balear a dos mujeres cerca del hospital, mi padre tendrá más trabajo hoy. En la noche hay una pequeña pelea por las tortillas, nadie quiere salir a traerlas.
Es el primer día del nuevo trimestre en la universidad, el absentismo es alto. Decidimos salir a pasear con los compañeros en apariencia muy formales. Nunca imaginé que estudiantes de maestría serían tan buena onda y llevaderos después de algunos cigarrillos, cervezas y pizza. «Las palomas son mis lágrimas, las cenizas mis gritos y sobre mi espalda 15 años de olvido», poema etílico para Tsuki, de quien comienzo a encariñarme aunque todavía no conozco en persona. Una relación fundada en el siglo XXI, ella es mi compañera en algunos desvelos.
Una multitud de gente vestida con los colores azul y rojo corea «La luna de Xelajú», la imagen es un poema, una forma de resistencia. Marvin grita un gol, nos levantamos y aplaudo. ¡Eso cerotes! ¡Así se juega mierdas! Me veo junto a mi padre, es el mismo estadio yo tengo trece años, Xelajú empata contra Zacapa, es 2001. Entre la multitud aparece un hombre sin brazos, es el mismo que vi cuando regresamos de Tapachula, cuando volvíamos del festival mesoamericano de poesía, el tipo lleva una camiseta del Xelajú y pasa pidiendo limosna y también grita los goles. Por el dolor en las muñecas y los brazos, hay que sentirnos agradecidos. Norcorea vuelve a amenazar con guerra, el fin del mundo comenzó hace 27 años, los síntomas son más evidentes. El juicio contra Efraín Rios Montt continúa.
Suena el teléfono de mi casa hoy domingo por la mañana, le avisan a mi papá que su antiguo compañero finalmente muere. Mi madre se pone en oración, dos horas después de almuerzo nos dice que el doctor murió por practicar «macumba». Ninguno de nosotros sabe qué es eso. Buscamos en Wikipedia, resulta que es una palabra peyorativa para «magia negra» en Sudamérica, asimismo lo es para tambor, pero mi madre insiste en que el Espíritu Santo le habló a través de revelación para contarle que el médico había muerto por ser practicante de la macumba. Dios castiga o el diablo les cobra, pero ambos lo hacen pronto. El doctor había experimentado un 2012 muy próspero según lo que cuenta mi padre, lástima que lo disfrutó por poco tiempo. Hay que irlo a visitar. Me pregunto qué sentiré yo cuando mis amigos, mis queridos comiencen a morir...
Se hace tarde y no salgo en bicicleta por escribir esto, no sé bien por qué lo hago, quizá es solo por practicar, por someterme a un dios que no promete nada y lo exige todo a cambio, porque no puedo dibujar ni esculpir o componer. Al fin, escribir es como tocar un instrumento que produce desahogo, quietud quizás, o en el mejor de los casos soledad y silencio.
Otro día me encuentro nuevamente con J en su lugar de trabajo, me da gusto verla, el encuentro es nada. A mí me niegan otra solicitud laboral, a mi padre le informan que uno de los médicos con quien inició a trabajar en la medicina hace 25 años cae severamente enfermo por cirrosis, su diagnóstico es terminal. Días después un inusual dolor de cabeza y diarrea me achacan desde el fin de semana, me preocupa que sea algo grave. Me recupero hasta el martes pero ya no viajo a ciudad de Guatemala. Cambio climático. Otro día estoy sentado en la misma mesa junto a varios concejales de la municipalidad, entre ellos uno de los empresarios más grandes de Xela, se interesan por el proyecto del festival de poesía, son ellos quienes nos citaron a la reunión, estoy emocionado.
Persigo a mi hermana por la casa, no quiere que acerque mis manos sucias a su ropa. Mi hermano hace bromas, nos burlamos de los que salen en la tele. Pienso, sin recuerdos la vida tampoco vale nada, ojalá un día ellos les cuenten a sus queridos sobre estas tardes de chingaderas en la casa de Xela, en la casa de los viejos. Por la radio anuncian que acaban de balear a dos mujeres cerca del hospital, mi padre tendrá más trabajo hoy. En la noche hay una pequeña pelea por las tortillas, nadie quiere salir a traerlas.
Es el primer día del nuevo trimestre en la universidad, el absentismo es alto. Decidimos salir a pasear con los compañeros en apariencia muy formales. Nunca imaginé que estudiantes de maestría serían tan buena onda y llevaderos después de algunos cigarrillos, cervezas y pizza. «Las palomas son mis lágrimas, las cenizas mis gritos y sobre mi espalda 15 años de olvido», poema etílico para Tsuki, de quien comienzo a encariñarme aunque todavía no conozco en persona. Una relación fundada en el siglo XXI, ella es mi compañera en algunos desvelos.
Una multitud de gente vestida con los colores azul y rojo corea «La luna de Xelajú», la imagen es un poema, una forma de resistencia. Marvin grita un gol, nos levantamos y aplaudo. ¡Eso cerotes! ¡Así se juega mierdas! Me veo junto a mi padre, es el mismo estadio yo tengo trece años, Xelajú empata contra Zacapa, es 2001. Entre la multitud aparece un hombre sin brazos, es el mismo que vi cuando regresamos de Tapachula, cuando volvíamos del festival mesoamericano de poesía, el tipo lleva una camiseta del Xelajú y pasa pidiendo limosna y también grita los goles. Por el dolor en las muñecas y los brazos, hay que sentirnos agradecidos. Norcorea vuelve a amenazar con guerra, el fin del mundo comenzó hace 27 años, los síntomas son más evidentes. El juicio contra Efraín Rios Montt continúa.
Suena el teléfono de mi casa hoy domingo por la mañana, le avisan a mi papá que su antiguo compañero finalmente muere. Mi madre se pone en oración, dos horas después de almuerzo nos dice que el doctor murió por practicar «macumba». Ninguno de nosotros sabe qué es eso. Buscamos en Wikipedia, resulta que es una palabra peyorativa para «magia negra» en Sudamérica, asimismo lo es para tambor, pero mi madre insiste en que el Espíritu Santo le habló a través de revelación para contarle que el médico había muerto por ser practicante de la macumba. Dios castiga o el diablo les cobra, pero ambos lo hacen pronto. El doctor había experimentado un 2012 muy próspero según lo que cuenta mi padre, lástima que lo disfrutó por poco tiempo. Hay que irlo a visitar. Me pregunto qué sentiré yo cuando mis amigos, mis queridos comiencen a morir...
Se hace tarde y no salgo en bicicleta por escribir esto, no sé bien por qué lo hago, quizá es solo por practicar, por someterme a un dios que no promete nada y lo exige todo a cambio, porque no puedo dibujar ni esculpir o componer. Al fin, escribir es como tocar un instrumento que produce desahogo, quietud quizás, o en el mejor de los casos soledad y silencio.