La mujer pianista
Misteriosa y tal vez tímida, la mujer siempre solía sonreír, como si estuviera alegre la mayor parte de tiempo. Bonita morena, de pelo liso se escabullía de un lado al otro del edificio sonoro.
Con maestría tocaba muchas melodías en el piano, siempre sonriente, siempre vivaz, y siempre silenciosa de labios. Recuerdo que a veces, cuando me lo permitía el tiempo, me detenía al lado del aula donde practicaba de martes a jueves; era agradable verla tocar el piano.
Nunca presumía su misteriosa habilidad, no alardeaba, ni vestía ostentosa como las otras mujeres; y precisamente eso era, lo que tanto llamaba mi atención. Sinceramente ella era la única que en mi inspiraba el ir a verla ejecutar su instrumento.
Recuerdo que en variadas ocasiones intenté hablarle. Tristemente todos intentos fallidos. ¿de que podría hablarle? ¿Cómo yo siendo apenas un mero aficionado a la música entablar una conversación interesante con ella? Acaso podríamos hablar sobre el nivel de dificultad de “Tristeza” estudio en mi menor de Chopin. Y si ella me preguntase que técnica o truco uso para tocar en moderato. Creo que hubiera parecido un completo tonto a su lado.
En aquellos momentos había tantas interrogantes y preocupaciones en mí ,que sencillamente me fue imposible poder hablar con ella en algún momento.
Así se fueron yendo los días y los meses.
Día a día, ella andaba alegre, caminaba por los pasillos del edificio sonoro, a veces ella me veía, yo le sonreía al igual que ella lo hacía mas nunca salió palabra de mi boca.
Mujer pianista de ojos pardos, reservada de labios, que con su caminar mis ojos se llevaba consigo sin que yo pudiera hacer algo. Nunca supe su nombre, nunca me atrevía preguntárselo a alguien que la conociera o algún profesor del edificio sonoro, mucho menos me atrevería a preguntarle a ella.
Debo mencionar que aquel año era el último de esta mujer pianista, para mí era el primero en el edificio sonoro; no sé porque le llamo mujer pianista, puesto que ella era más joven que yo, quizás tres o más años.
Muchas veces me sentí triste por verla tan inalcanzable en muchos sentidos, su alegría y buen ánimo nunca encajarían con mi lúgubre tristeza. El choque tremendo de un dragón y su princesa. Unidos por el azar, separados por el tiempo y el miedo. No era el momento, no era ella, no era yo, simplemente un acercamiento fugaz, un vistazo al otro lado, al otro lado de un muro inmenso e infinito.
Ir y venir de ideas, de días, de música y momentos y que hoy cuento son ya meros recuerdos de días tristes y fugaces alegrías, donde el conocer a la mujer pianista fue para mí un privilegio.